En el bulevard de Clichy, a los pies de la colina de
Montmartre, en 1889 se abrieron las puertas del Moulin Rouge, un cabaret que
surge en los tiempos de la Belle Époque en París. Su aparición no podía ser más oportuna, teniendo
en cuenta que este periodo que transcurre entre dos guerras, (Franco-Prusiana y
Primera Guerra Mundial) representó un cambió en todos los aspectos de la
sociedad parisina. Los promotores fueron dos expertos en el mundo de los
negocios, conocedores del gusto del público, que apostando por su éxito proclamaban
que el Moulin Rouge "se convertiría en uno de los templos más grandes de
la música y la danza". Se llamaban Joseph Oller y Charles Zidler.
Primer cartel publicitario de la apertura del Moulin Rouge. Durante
los dos primeros años, esta fue la imagen del cabaret. Representa a la
cabareteras subidas en burros de camino a molino.
Mientras París ampliaba sus muros y el barón Haussmann la
convertía en una ciudad de grandes bulevares, ordenada y cada vez más urbana, Montmartre
seguía conservando un ambiente bucólico, de pueblo, con calles empinadas y
estrechas. El límite entre ambos mundos era y es, el bulevar de Clichy y a la
altura de la Place Blanche, el Moulin Rouge. Se construyó entre dos edificios y
además, el lugar contaba con un jardín trasero donde las actuaciones se
llevaban a cabo siempre que el tiempo lo permitía. Para hacer honor al nombre,
sobre el techo del cabaret se colocó un gran molino de color rojo que se
iluminaba por la noche para ser visto a gran distancia y que nada tenía
que ver con los molinos que desde tiempo atrás ya formaban parte de la colina. El objetivo de ambos empresarios era crear un cabaret con un
ambiente extravagante y de moda, un lugar capaz de acoger a todas las clases
sociales, donde el espectáculo podía estar en el escenario o entre el público. Un local donde la vida era relajada y los clientes variaban en un
amplio rango, desde los más ricos hasta los menos afortunados, todos se
codeaban con todos, lo importante era la diversión.
Cuadro de Toulouse Lautrec, 1895. La
Goulue y Valentin le Désossé bailando en la sala del Moulin Rouge.
Los espectáculos que se representaban en el Moulin Rouge,
rápidamente se hicieron populares, pero lo que realmente consagró a este cabaret
fue el Cancán, un baile que reflejaba a la sociedad parisina de la época,
"frívola y canalla" en el que las bailarinas levantaban sus faldas
con encajes mostrando la ropa interior. Con seudónimos imaginados y algo atrevidos,
las bailarinas rivalizaban entre ellas cuando estaban en el escenario. Louise
Weber, apodada La Goulue (la glotona) y después Jane Avril, llamada también
Juana la loca, fueron de las más populares por la habilidad y provocación que
mostraban al bailar. Solo una figura masculina, la de Valentin le Désossé, como
bailarín y coreógrafo, apodado el hombre de la Cuadrilla, destacó junto a las
bailarinas, pero nunca llegaría a bailar como ellas.
Baile en el Moulin Rouge. Pintura de Toulouse Lautrec que capta un momento de la sociedad parisina en el cabaret.
Toulouse Lautrec, fiel a este lugar, inmortalizará con sus pinturas
postimpresionistas la vida en el Moulin Rouge. No teniendo la necesidad de
realizar trabajos por encargo, Lautrec elegía temas de personas que conocía
bien o caras que le interesaban y, como él se relacionaba con gente de todo
tipo, sus pinturas cubrían una amplia gama de clases sociales: nobles,
artistas, escritores, deportistas, médicos, enfermeras y pintorescas figuras de
Montmartre. Muchos de sus cuadros representan a prostitutas porque las consideraba las modelos más ideales, por la espontaneidad con la que se movían
desnudas o semidesnudas. "Pintaba sus vidas con curiosidad, sin moralismo
ni sentimentalismo y, sobre todo, sin buscar atribuirles el menor carácter
fascinante"
Los diez primeros años del Moulin Rouge transcurrieron con una sucesión
de soirées de lo más extravagantes, que se mantuvieron hasta los primeros
albores del siglo XX. Todas las atracciones, bailes,...dejaron de estar a la
moda y el cabaret comenzó a perder su esplendor. A las órdenes de su nuevo director, Paul-Louis Flers, lo transformó
en teatro con la idea de que fuera un lugar más prestigioso, aunque él solo se
mantuvo durante nueve meses a cargo de tan célebre local. En los años sucesivos, con numerosos directores y hasta la llegada
de la Primera Guerra Mundial, el Moulin Rouge se convirtió en el centro de
representación de la opereta. Aún hubo tiempo,
antes de la guerra, para que hiciera su aparición una nueva vedette, la apodada
Mistinguett. El 29 de julio de 1907 hizo su primera puesta en escena con « la
Revue de la Femme » (Revista de la Mujer), que resultó ser todo un éxito.
En
1915, un incendio lo destruyó por completo, atrás quedó la esencia de una época
que marcó la historia de París, pero el Molino Rojo no se dio por vencido y de
nuevo abrió sus puertas en 1921, con Mistinguett, que continuó en el escenario,
hasta que en 1929 decidió retirarse. Esta retirada hizo del Moulin Rouge uno más
entre todos los cabarets que había en París.
Durante
la Segunda Guerra Mundial, quedó convertido en sala de baile con el nombre de
Robinson Moulin Rouge. En la primavera de 1944, Édith Piaf, ya reconocida como
artista, actuó sobre el escenario de este Music-Hall, que con el paso de los
años se ha ido acomodando a los tiempos. Ahora sigue siendo una atracción para
el público, mayormente turistas venidos de cualquier país, que supongo buscan
encontrar una evocación del ambiente que tiempo atrás dio origen al mítico cabaret.